Estrategias de publicidad

Si una comida nos parece más apetitosa cuando está bien presentada y con esmero, en el mismo sentido puede ser el humor aquel que hace más efectivo cualquier esfuerzo publicitario. Si se tiene como objetivo vender un producto o servicio se puede recurrir a muchos argumentos y descripciones pero, según un estudio elaborado por la empresa alemana “Innofact”, «el 90 por ciento de los consumidores prefiere ver anuncios divertidos y con humor». Además, esos spots se recuerdan casi un 60 por ciento más que los tradicionales.

En un mercado con sobrecarga informativa es fácil que un contenido pase desapercibido y muchas publicidades son olvidadas en segundos después de haber sido vistas. Sin embargo, aquellas que llaman la atención y que nos hacen reír, se pueden quedar con nosotros por años. Esto se debe a que desatan sensaciones positivas y de bienestar que no se encuentran en otros discursos.

Bien utilizada, se trata también de una gran herramienta para tratar temas que pueden ser considerados espinosos o directamente tabúes para la sociedad. De hecho, un relevamiento realizado por la consultora “Ipsos” señala que, a nivel global, alrededor del 40 por ciento de las publicidades utiliza el humor en alguna medida, ya sea un simple gag (en la mayoría de los casos) o la comedia o parodia como tema predominante.

Además, a diferencia de las publicidades tradicionales, aquellas que están armadas en torno al chiste consiguen un efecto positivo que no debe despreciarse:

La viralización espontánea de esos contenidos por parte del público que los comparten en las redes sociales.

 

 

Publicidad digital

 

 

Un ejemplo actual es el de Teresa, una inmigrante china que posee un comercio en Argentina. La joven promociona a través del humor las ofertas de los productos que comercializa en su negocio. Sus videos son furor en las redes sociales y han captado a miles de seguidores, quienes no sólo están interesados en las promociones, sino también en su carisma.

Sin embargo, para hacer uso del humor es necesario tomar recaudos. El primero y más importante es el de evitar caer en extremos: un chiste subido de tono hará que la imagen del producto o de la empresa quede dañado mientras que uno demasiado elevado podría desconcertar al receptor del mensaje.

Por otro lado, aunque no hay barreras para el humor, sí existen a la hora de utilizarlo en publicidad: un mensaje cómico podría ser recibido como ofensivo para minorías y, en tiempos de Internet, no es deseable sufrir una campaña en las redes sociales en contra de la empresa que obligue a retirar la pieza publicitaria y a pedir perdón por lo sucedido. Habrá que hacer el esfuerzo para que la mayoría se ría y que ningún grupo no se enoje.

La fuerza de los discursos humorísticos es tal que son capaces de quedar en la memoria popular durante décadas, y si hacemos que una marca quede asociada a eso se tendrá el éxito asegurado. En cambio, hacer humor burdo, difícil de entender o de mala calidad será un ticket que nos asegurará el fracaso casi sin remedio.

 

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